Sin embargo de esta sana intención, existe un problema que cada vez es peor y más difícil de resolver, las miles de toneladas de basura que se dejan en las playas después de quemar los años viejos y que los desperdicios de lo que la mayoría de las familias llevan a la playa: botellas, envolturas de snacks y todo aquello que una vez utilizado es desechado.
Esto sin considerar la falta de suficientes SSHH para que puedan
hacer sus necesidades fisiológicas los miles de turistas, los que lamentablemente en el caso de los varones utilizarán cualquier llanta, arbol, cerramiento o palmera que se encuentre cerca para orinar, dejando al día siguiente con la exposición del sol, un desagradable olor de amoniaco que ahuyenta a cualquiera.
Por lo que debemos crear, desde el sector privado o público alguna plan de emergencia que permita cubrir con esta necesidad y que las playas al día siguiente no queden como mudos testigos de nuestra desaprensión...
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